Las semillas tienen una serie de ventajas: son más grandes, están protegidas por una cáscara y contienen una reserva de nutrientes. Como resultado, son más resistentes a las condiciones externas y pueden permanecer latentes durante largos periodos de tiempo, sobreviviendo a sequías y climas fríos.
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Estas propiedades hacen que las semillas sean especialmente eficaces en la propagación y confieren a las plantas una gran ventaja evolutiva.